La primera carrera de Celia y Lucía

El día 12 de agosto se celebró la carrera que todos los años organiza el Club Arevacos para los chavales del pueblo y alrededores. Mis hijas no tenían intención alguna de participar, hasta que media hora antes de la carrera, viendo el ambientillo, me dicen que sí, que les apetece. Celia se va corriendo a casa a cambiarse de calzado, que en sandalias de playa va a ser complicado…

Les cojo su dorsal. Que monas van, en vaqueros cortos, camiseta de algodón, zapatillas de 10 euros…

La carrera de Lucia (9 años) son dos vueltas desde la Plaza Mayor a la Catedral y vuelta a la Plaza, unos 1,200 metros. La de Celia (12 años), tres vueltas, unos 1,800 metros. Y ellas no han corrido esa distancia nunca…


Les doy consejos de padre corredor lento avanzado: salid muy lentas, y sin forzar la respiración. Aunque vayáis las últimas, por el camino se irán quedando muchas de las que salgan muy rápido… Y lo importante es llegar y divertirse.

Lucía me hace caso. Sale de las últimas (son unas 20), sin prisa, trotando, con un estilazo que ya quisiera yo para mí. Al final de la primera vuelta ya lleva a seis o siete niñas por detrás. Le digo que siga a ese ritmo tranquilo hasta que de la vuelta abajo en la catedral y me vuelva a ver ya casi llegando a meta. La veo venir ya, va la sexta, ahí le digo que si puede, que esprinte, coge a la quinta, y se mete un sprint tremendo con la cuarta. Llega la quinta, cansada, pero feliz.

Celia se parece más a su padre, que le vamos a hacer. No sale tan lenta como debería, su estilo es menos depurado, la distancia demasiado larga. Al final de la primera vuelta va ya la quinta o sexta por la cola. Pero ahí se retiran tres niñas. Y al final de la segunda vuelta la veo venir agotada y ya casi la última, junto con otras dos niñas. Le digo que se lo tome con calma, que pare si hace falta a andar y recuperar. En la última subida a meta va la pobre derrengada, pero le sale ese espíritu cabezón familiar y esprinta para ganar a las dos niñas que iban con ella… Casi se bebe el suministro anual de agua de El Burgo al llegar a meta.

La pena es que no le dieron la medalla que bien se merecía por su esfuerzo, se habían quedado sin ellas. A Lucía le dieron la suya en la zona de trofeos, llamándole por su nombre, toda emocionada. Se tiró dos noches durmiendo con ella y bajándola a la calle.


Y a mí se me caía la baba, todo orgulloso viéndolas correr.