Ayer volví a darme cuenta de que soy muy bruto.
Tengo que aprender que cuando un día corro más de hora y media, al siguiente debería descansar y permitir a mi cuerpo recuperar fuerzas. Claro, no lo hice y ayer deambulaba casi como alma en pena. Corrí 10km, a un ritmo muy lento (5,40m/km), dandome caña sólo en el último kilómetro, y sintiendo que las piernas no iban, quizás también porque estoy incubando un catarrazo tremendo. Eso sí, una maravilla de pulsaciones, 152 de media.
La lección es obvia: tengo que hacer más caso a mi cuerpo.
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