Hoy he tenido un día completo. A primera hora de la mañana, hora y media en la piscina de la Dehesa Boyal con Celia, Lucía y buena parte de la familia, nadando un rato y sobre todo disfrutando de los chorros de agua, ríos y toboganes. Y hoy no me han robado el coche...
Luego, aprovechando que las peques estaban jugando con sus primos en casa de mis padres, me he largado antes de comer, con un tiempo perfecto, casi primaveral pero menos caluroso que estos días pasados, ideal para correr, a hacer el rodaje largo de la semana por su barrio, el carril bici de Las Tablas, Sanchinarro y Valdebebas.
Para no conocer bien el terreno, no me ha salido nada mal. 18 kilómetros a ritmo fuerte, muy bien, sobre todo teniendo en cuenta los continuos toboganes, cuestas y puentes (el bestial puente de los kms 7 y 12 no sale aún en Google Earth). Y que una vez más han vuelto a cortar el agua en las fuentes. Hoy hubiera seguido corriendo, pero había comida familiar.
Tras la comida, he vuelto a Valdebebas y luego al Parque Juan Carlos I con mis hijas, que se han pasado la tarde patinando, excepto en las cuestas arriba en las que prefieren que su padre tire de ellas para no cansarse, y así, dicen, haces ejercicio... Buen ejercicio de brazos...
Canción del día:
Unthanks- The testimony of Patience Kershaw, un impresionante tema de esta banda folk inglesa, de su tercer disco, Here's the tender coming. La voz de Rachel, la cantante, es totalmente desgarradora en esta canción que narra el testimonio de Patience, una chica de 17 años, ante un comité sobre trabajo infantil en minas de carbón en 1842.
La letra, esplendida, dice así:
Es bueno que me pregunte, señor, como paso el día abajo en un túnel negro de carbón. Señor, transporto cestos para ganarme el sueldo. Las cestas están llenas de carbón, amable señor, las empujo con mis manos y mi cabeza. No es muy de señoritas, pero señor, tengo que ganarme mi pan diario.
Las empujo con mis manos y cabeza, y mi pelo se desgasta así. Ve esta calva de aquí, me averguenza como no puedo explicar. Las manos de una señorita son blancas como un lirio, pero las mías están llenas de cortes y heridas. Y como estoy todo el día empujando, tengo grandes músculos en mis piernas.
Intento ser respetable, pero señor, la vergüenza, Dios salve mi alma. Trabajo con hombres desnudos y sudorosos que maldicen e insultan y tallan el carbón. La vista, el olor, el sonido. Amable señor, ni siquiera Dios podría sentir mi vergüenza. Rezo mis oraciones, pero ¿para qué vale? Mañana será otro día igual.
Ahora, a veces, señor, no me siento bien, mi estómago está enfermo, me duele la cabeza, pero tengo que darme toda la prisa que puedo. Mis rodillas se sienten débiles, mi espalda casi se rompe. Y entonces voy más lenta, y me da miedo que esos hombre desnudos me peguen. No se les puede echar la culpa, porque si soy lenta, sus familias se morirán de hambre, sabe.
Los chicos se ríen de mí, y señor, el espejo me explica por qué. Lo pálido y sucio no puede parecer bonito. No importa como lo intente, los grandes músculos en mis piernas, la calva en mi cabeza. Una dama, ¿señor? Oh, no, yo no. Debería haber sido un chico.
Agradezco sus buenas intenciones, señor, amo su amable y gentil corazón. Pero esto es 1842 y usted y yo, estamos a millas de distancia. Más de 100 años pasarán antes de que caminemos uno al lado del otro. Pero por favor acepte mi agradecimiento. Dios le bendiga señor, al menos usted lo intentó.