San Silvestre Popular: Lluvia, granizo, charcos y nuevo look de mis zapas

Mi intención en la San Silvestre era correr con Miguel y Pepe a trote cochinero, para disfrutar de la carrera y del ambiente.

Pero las cosas cambiaron... En el punto de quedada estuve un buen rato charlando con Juan, nos encontramos a Fer y a Rafa, vi a mi compañero de estudios Vicente (una mala bestia, de esos de "no corro en la Internacional porque es muy tarde y no llego a cenar, pero por tiempos -35 minutos- iría sobrado"... pero Miguel y Pepe no aparecieron. Resulta que se les fastidió el metro y llegaron más tarde de lo previsto, y como no llevaba el móvil, pues no les pude ver, y como para encontrárselos entre el gentío...

Pues ya puestos, me dije "nada, iré al cajón de salida que me corresponde y la corro fuerte pero sin pasarme. Objetivo 50 minutos". Y para allá me fui con Rafa.

Ya en el cajón me fui dando cuenta de varios hechos: a) menudo mogollón de gente de mi nivel (y no digo por delante), b) lo de quitar los cajones 15 minutos antes de la salida lleva a mayor mogollón aún y a coladas impresionantes, c) iba a ser imposible correr a tope con ese mogollón, la salida me daba miedo, d) tenía pinta de ponerse a llover en cualquier momento -ya sabéis lo de mi gafe-, y e) lo mejor, el ambiente era fenomenal, eso sí, muy divertido.

Se da la salida y justo un minuto antes empieza a llover. La cuesta de Concha Espina la hacemos los 3,000 de alrededor mio y yo, así como entre andando y trotando (primer km en 5,30, cuando normalmente debería hacerlo en 4,40 o algo así). Y justo arriba de la cuesta empieza a caernos la primera granizada perfecta, que nos acompañó cariñosamente hasta La Castellana (el paso por la plaza de la República Argentina fue épico), unos kilómetros con poquísima luz en las calles (no las habían puesto todavía), varias obras emocionantes... frenazo..., muchos baches, charcos por doquier, ríos de agua... y yo con mis gafas sin ver nada de nada, y rodeado de miles de corredores todos apretujados, me sentía incomodísimo. Y delante de mi, para rematarlo, iba hasta José Abascal, un coche de la organización que imagino que iría filmando la carrera con una luz de esas de interrogatorio de las películas que conseguía cegarnos a todos... Como curiosidad, intenté seguir al globero de los 52 minutos (que curiosamente durante varios minutos adelantó al de los 50 minutos, luego seguí a este), todo ello entre acelerones, paradas, frenazos, charcos...

Ya en el Paseo de la Castellana más y más lluvia y charcos, me tuve que quitar las gafas durante uno o dos kilómetros para intentar ver algo más allá de mis zapas... lo ideal para mantener un ritmo... Llegando, creo a Colón, se suaviza un poco la lluvia y todo el tramo hasta Atocha se lleva bien, con lluvia y charcos enormes, pero todo más controlable. Ahí se puede empezar a correr más cómodamente, con menos gente dándote codazos, frenando en seco o acelerando a tope.

Desde Atocha (con el mayor charco de toda la carrera) hasta el Puente de Vallecas daba gusto ver el ambientazo, que cantidad de público (muchos se disculpaban por no aplaudir, pero claro, es que sujetando paraguas es más complicado). Escuchar a los Leño debajo del puente fue un momento muy chulo... Y justo en el principio de la Cuesta de la Avenida de la Albufera, la segunda granizada, aún más impresionante, y menudo mogollón de corredores calados y parados, tuve que frenar como 10 veces en la cuesta para no atropellar a alguno... A pesar de todo, el ritmo en la cuesta, mejor de lo esperado, se notan los entrenamientos.

Ya arriba, último callejeo por Vallecas de un kilómetro y medio. Mi único deseo ya era llegar y acabar la tortura, porque lo de correr a ciegas se estaba convirtiendo en un horror psicológico. En el último kilómetro, ya picando para arriba, otra vez tocaba ir despacio, porque menudo atasco de corredores en unas calles más estrechas. Y por fin tras varias curvas, se ve la meta, que ilusión... Entramos casi andando, del gentío que había.

Veo mi tiempo 50,30, que luego analizaré, y voy corriendo a dejar el chip... y nos metemos los 3,458,586 millones de corredores a un parque que hay en meta totalmente embarrado... ya entregado el chip y cogida mi agua y mi plátano, me voy de camino al metro, entre más y más y más lluvia.... y veo mi zapa izquierda con un extraño tono rosa.... leches, que las camisetas han desteñido con la lluvia... y veo sangre en mi pecho, leches, las rozaduras en el pezón... Por fin, metro, y para casa... la mejor ducha de los últimos años. Llamada a Pepe y Miguel, contándonos batallitas, y a cenar con mis hijas y la familia de mi ex (es lo bueno de seguir llevándose bien).

Y a pesar de todo esto, la verdad es que divertí (¿seré masoca?), el ambiente ya lo digo era fenomenal entre los corredores, todos animándonos en los momentos de más lluvia y granizo, el público increíble, sobre todo desde Atocha hasta Vallecas, y la carrera llena de acontecimientos...

Y mi tiempo, analizado seriamente, bastante bueno, sobre todo para no haber entrenado durante una semana y con malas sensaciones el martes. Si tengo en cuenta que el primer km lo hice en 5,30 y el último en 5,20 sin poder esprintar, y el resto casi todos entre 4,40 y 4,55, calculo que en una carrera normal sin tanta parada, aceleración, y bajada de ritmo, y con algo menos de lluvia, granizo y charcos, hubiera vuelto a estar en mi marca de Aranjuez.



Conclusiones de la carrera: muy buen ambiente, el paisaje debe ser bonito, porque ni lo vi con tanta lluvia, demasiado mogollón para correr bien, soy gafe (a los de la Internacional no les llovió, claro, yo ya estaba en casa), correr de noche a tope no me gusta, debería plantearme ponerme lentillas. El año que viene está claro, o llevo una marca de menos 45, que te permite ponerte adelante y correr más cómodo, o esta es una carrera para tomársela como un entrenamiento con amigos y otros 29,000 corredores más...