Vaya día...

He comprobado una vez más el beneficioso influjo de correr en mi mente. El día no ha podido ser peor, cargado de movidas laborales y personales que serían demasiado largas y pesarosas de contar. Durante un buen rato he pensado en quedarme en casa, meterme en la cama y sufrir en silencio.

Como mi pareja de baile Tania está recuperándose del ritmo lento al que nos sometió Risco en Getafe, me tocaba correr sólo (últimamente estoy demasiadco bien acostumbrado). Pero si he corrido hoy, se lo debo a ella, que me ha dado ánimos y me ha convencido. Gracias, compi.

¿Qué mejor que un rodaje suave para eliminar toxinas mentales y físicas y despejarme? Y me he ido al Retiro, aprovechando que hacía una tarde-noche bastante fresca pero agradable. Eso sí, ya no quedaba ni gota de la nieve de esta mañana.


He disfrutado. No he sentido ninguna secuela de la carrera del domingo, y me he visto fenomenal de fuerzas. De ritmo, como me tocaba rodar por debajo de 150 pulsaciones, pues he ido despacio y bien cómodo. Y el Retiro estaba precioso, con un apagón durante un buen rato que me ha permitido correr bajo la luz de la luna. Sólo me he permitido un lujo, acelerar los últimos 600 metros desde el Paseo de Coches hasta O'Donnell para desahogarme, que falta me hace.



Y con la alegría de haber superado dignamente un día terrible y muy doloroso, me he vuelto a casa mucho más contento y relajado de lo que me fui.