Escribir esta crónica ha sido muy difícil. Miles de sensaciones y emociones se mezclan a la hora de poner sobre el papel lo que han sido estas dieciocho horas. Quizás lo mejor sea realizar una exposición cronológica de lo acontecido. Allá vamos.
Poneos cómodos, que va a ser largo, que no en vano han sido más de 100 kilómetros y dan para mucho.
Jueves: recogida del dorsal, con una cola de casi dos horas, en la que tuve el placer de hablar con Belén, Jaime, Javi y Dani, lo que me ayuda a pasar mejor el largo rato, y a ponerme aun mas nervioso.
Viernes: la de cosas que puede uno llevarse a estas carreras, se me pasa la tarde llenando las cuatro mochilas que uno puede utilizar. Mucho material que luego sobra, pero el "por si..." es así. Y de todo se aprende. La mejor elección, sin duda, y siguiendo las recomendaciones de expertos, mandar a Colmenar Viejo en la mochila un litro y medio de agua congelada y un Aquarius, y a Cercedilla otra botella de cada.
Sábado: 7 de la mañana, entrego en Plaza Castilla las mochilas para Colmenar, Cercedilla y Segovia, y paso un buen rato charlando con Daniel Casaus y Jose Escudero. Saludo a Yolanda, Halfon, Javi, Dani... Y decido sentarme un buen rato.
Hace calor, 23 grados a estas horas no vaticinan nada bueno. Esto va a ser muy duro para mi, dada mi tradicional aversión al calor.
Son ya las ocho y media. Tras la charla técnica de la organización, nos ponemos en marcha. Salgo trotando, hay que aprovechar esos primeros kilómetros, en bajada y con algo de fresco para andar-correr. Me pasa Javi Unyko, que bien se le ve al jodio.
En Montecarmelo me encuentro a Ra, que corre a mi lado un rato, que grande.
Y poco más adelante, el primer compañero del día, Jose Escudero, que me acompañará hasta Tres Cantos.
Poco mas que contar de este tramo, es divertido salir de Madrid y entrar en el campo de repente, todavía se puede correr, el calor no aprieta, y voy cómodo. Saludamos a Belen, que nos esta animando pasado el túnel de Montecarmelo. Los corredores nos vamos disgregando, cada uno coge su ritmo.
Entre charleta llegamos a Tres Cantos, km16, en poco menos de dos horas. Parada mínima, buen avituallamiento de agua y Aquarius, un plátano, gorra en la cabeza, y a seguir.
El tramo llano del carril bici, a pleno sol, empieza a demostrarme a ciencia cierta que esto va a ser muy duro, 165px a ritmos suaves de mas de 6m/km... Que chungo. Por una vez en mi vida decido lo correcto, no correr ni en llano ni en subidas y andar mucho más, con estas pulsaciones, forzando, nunca llegaría a meta.
Y bien que lo compruebo por el demoledor camino hacia Colmenar, la zona llana por un sendero arbolado a la orilla de un arroyo seco es horrible, me falta el aire, 165px andando... Y son sólo las 11 de la mañana... Y dicen que el año pasado fue peor...
La subida posterior hacia el cementerio de Colmenar, a ritmo de tortuga, me acojona. Aquí ya hay muchos que van hundidos.
Empieza a ser gracioso cruzarse con los mismos compañeros todo el tiempo, les adelanto en subida, ellos a mi en el llano, paran más que yo en los avituallamientos, luego me cogen... No es por fardar, pero ando a toda leche, en la soleada subidita hasta Colmenar adelanto a más de 20 corredores.
Pero hay que bajar estas pulsaciones como sea.
Es mediodía, y aun quedan por pasar las mayores horas de calor del día. Pero tengo un arma oculta que me salvará.
En Colmenar, km27, cojo el material de la mochila que mandé allí. Poca cosa, algo de comida, el frontal, y sobre todo el agua congelada, que literalmente, me revive. Porque el agua que entrega la organización está del tiempo, o sea, bastante caliente. Lo que entiendo, que conste, y agradezco, que no paramos de pasar gente en muchas horas y no se puede mantener el agua fría para todos, y estamos avisados.
Cojo mi tupper con pasta, pero ya se que el estómago va cerrado, no me entra más que liquido y fruta.
Hay que irse de Colmenar, pero es que salir de la sombra del polideportivo al sol de la calle me asusta.
Hace un rato que he empezado a tener molestias, una ampolla en el empeine derecho. Venía algo asustado por una fascitis incipiente, pero ni una molestia por ello, y resulta que este calor me esta matando, y cociendo mis pies. Ups, al poco también el empeine izquierdo. Ups, y luego será la planta del pie. Y después la otra... Al final todo es una ampolla... Algo que nunca jamás me había pasado, no recuerdo más que alguna ampolla mínima en alguna maratón.
El tramo hasta Manzanares empieza por las rotondas de Colmenar de charla con Yolanda y un amigo suyo, que luego se van corriendo, yo tentado estoy, pero decido andar, las pulsaciones tienen que ir bajando poco a poco, pero el sol es inclemente, y no hay ni una sombra. Apenas corro ni en las bajadas.
Un hecho que se repetirá a menudo, bajando hacia el Puente Medieval, disfruto de cerca de cinco kms solo, sin nadie ni delante ni detrás, somos mil, pero la soledad aquí es completa. Pierdo la noción del tiempo, todo es relativo, las horas pasan, eso sí, rápido, y solo me concentro en que transcurran lo mejor posible, no pienso en nada en concreto, sólo en seguir y seguir, en que falta poco para el siguiente avituallamiento.
Me fastidia no bajar corriendo como me gustaría, pero las ampollas ya se empiezan a reproducir. Llegando al Puente Medieval, km 34, me cruzo con otro corredor que me acompañará durante un buen rato, el conocido corredor del paraguas que está en todas las carreras de Alicante.
En el avituallamiento dos minutos para coger más agua y Aquarius, y a subir al cálido sol de los coj... hasta el alto de Manzanares.
Una hora entera todo para arriba, caminando, sin una sola sombra, a 155px de media, pasa un coche de la Guardia Civil con un corredor desvanecido, lo que me faltaba para convencerme... Adelanto a alguno, no me pasa apenas nadie, pero los pies me matan.
Arriba del todo chillamos para que unos despistados no se equivoquen de camino, seguían rectos en vez de girar a la derecha, y empieza la bajada trialera hacia Manzanares, que me mata del todo, que dolor.
Ya es la hora de comer, pero me es imposible planteármelo.
Llego al avituallamiento de Manzanares, km 42, una maratón. Más agua y Aquarius, me siento a la sombra de una marquesina de autobús unos minutos e intento arreglar un poco el desaguisado de mis ampollas. Pero no vale para nada, los Compeed no arreglan esto. La próxima vez llevaré unas vendas, gasas...
Salgo de Manzanares. El tramo más duro y descarnado se acerca, y lo bueno es que he domado a mis pulsaciones, voy en cuesta arriba en unas más normales 130-140px.
Hasta Matalpino el calor y el bochorno sigue siendo demoledor, por encima de 30 grados y el camino es árido, feote y duro, pero voy bien dentro de lo cabe. Por lo menos hace un poco de viento, que viene más fresco de la montaña, y el paisaje es precioso a lo lejos, donde disfruto de las vistas de la Pedriza.
Voy otra vez solo, sin nadie adelante o detrás, y el recorrido se va haciendo más duro, la cabeza da vueltas, pienso demasiado, sigo o no sigo, soy un capullo, que narices hago aquí, quien me mandaría... Es fundamental charlar con quien te cruzas, saludar a todo paisano que te encuentres, sentirte un ser humano.
Llega mi peor momento en toda la carrera, ese en el que estoy más cerca de mandar todo al garete. Es la subida por asfalto a la entrada de Matalpino, la única vez en todo el recorrido fuera de los avituallamientos (y de algún que otro pis, que por cierto, algún día hablaremos del color que tenía) en que mi cabeza me hace parar, extenuado, me quedo por un instante sin fuerzas, estoy deshecho, no puedo más, y el calor me mata. Me lleno de pensamientos negativos, catastróficos. Muy mala señal. Ahora sospecho que estaba cerca de sufrir un golpe de calor.
Pero una buena abuelita, a la que le haría un monumento, me ve, me anima a continuar y sobre todo, me da un vaso de agua bien fría desde la puerta de su casa, a la sombra. Gracias, gracias. Y pasan al momento dos corredores, padre e hijo, a los que había pasado poco antes que me ven, me agarran y me llevan con ellos a paso de tortuga, los tres hechos polvo, hacia arriba.
Y consigo llegar con ellos a la plaza, han sido los cien metros mas largos de mi vida. Pero han pasado. Estoy ya en la plaza de Matalpino.
Aquí en Matalpino, km 49,4, nunca había hecho tantos kilómetros. Ya son las 4 de la tarde, me paro en la plaza más de 20 minutos, la mayor parada de todo el recorrido. Y se produce lentamente el momento emocional que lo cambia todo, el punto de inflexión positivo. Porque todo está en la cabeza, no en las piernas, que aparte de las ampollas, están como nuevas.
Estoy jodido, fatal, pero en la plaza hay sombra, un banco cómodo, agua y Aquarius fríos, es el mayor placer de mi vida, o en ese momento me lo parece. Una chica de la organización me dice que me siente y que ella me da de beber, cuatro vasos de agua y dos de Aquarius...
Veo escenas dantescas, gente que se retira, vomitando, personas tumbadas, caras de agotamiento. Llega Yolanda, me asusta, va destrozada, se sienta como yo, y deja pasar el tiempo.
Pero el milagro ocurre, este buen rato a la sombra asienta mi cuerpo, me como dos plátanos, dos panes de leche, desecho la pasta, es imposible que me entre, y de los geles ni hablamos, vaya asco. Y bebo y bebo y bebo, meto la cabeza en la fuente. Vuelvo a beber... Y una chispa de inteligencia y de fuerza escondida brota en mi cabezón.
Sé que si me levanto, y supero este km 50, llego a meta sí o sí. Como es el cerebro, de hundido a convencido en unos instantes.
Salgo al fin de Matalpino, un rico ibuprofeno para calmar los dolores, más sol, más sol, cuestas, el tramo hasta Vista Real es solitario, lento, con un repecho matador que subo lo más dignamente que puedo. Pero voy convencido, con determinación, me divierto adelantando gente, algo hay que hacer para no aburrirse. Veo otra ambulancia atendiendo a un corredor desfallecido, y no corro ni un metro.
La subida hacia la Barranca es tremenda, por su sendero y la pista ancha adelanto a una decena de corredores que deambulan como almas en pena, y eso que voy subiendo lleno de dolores y a más de 11m/km. Doy gracias a haber entrenado esto de andar. Y es que en subida voy bastante bien y me duelen menos las ampollas, otra cosa es bajando....
Pero voy feliz, ya son casi las seis de la tarde, hace menos calor o eso me parece, y sé que si llego a la Barranca por esa pista infame, con algo menos ya de calor, Cercedilla me espera con los brazos abiertos y agua fresca, sin duda, y encima me han comentado que allí había otros años médicos de la organización y me podrán curar las ampollas.. De esperanza también se vive. Y esa es mi esperanza.
Llego arriba a la Barranca, km 58, hasta las narices de este calor y esta cuesta infinita, nos anima Pablo Vega, el ganador de la primera edición, al que creo haber visto ya en Matalpino, bebo más agua y Aquarius del tiempo, y a seguir.
La bajada por el Hospital se hace dura por las ampollas, pero agradable porque empieza a haber sombra. Vuelvo a encontrarme al hombre del paraguas, charlamos un rato, y llega un alegrón. Justo entrando en el Pinar, me adelanta Yolanda con su compañero, el café que se ha tomado en Matalpino y su descanso le han dado alas. Ole, ole.
Otro momento importante, y es que esto es una sucesión de pequeños momentos. Me voy poniendo retos, el que viene ahora es la gran cuesta por el pinar antes de Cercedilla. Me arrastro a 13-14m/km y aun así adelanto a algunos corredores, luego me pasarán corriendo en la bajada, yo no puedo, que envidia...
Cruzo la Fonda Real, me uno a dos andarines, vuelvo a ver a Pablo Vega que está en todos lados, y bajamos de charleta hasta Cercedilla, hay sombra, hace algo menos de calor, son las seis y media de la tarde, huele a meta. Que de emociones, hay momentos de subidón y de bajadón, en un solo kilómetro puedo sentirme totalmente convencido, a tope, y en cambio hundirme a los pocos metros. La cabeza piensa demasiado, me tiro horas cantando A veces se enciende del Ultimo de la Fila. Por qué, ni idea... Quizás hubiera sido buena idea llevarme algo de música para estos largos ratos en solitario.
Por fin llego a Cercedilla, km 65. Ese polideportivo es el paraíso para mí y para otros muchos. Mientras toman paella, yo me inflo a sandía, es lo único que me apetece. Cojo el agua que mandé a la mochila, y aún esta muy fría, dios mío, que placer, no bebo, engullo. Decido no coger ni gorro ni guantes ni mallas largas, no va a hacer frío.
Pero hay un problema, no hay asistencia podológica en Cercedilla. Se disculpan, que le vamos a hacer, estaban en Matalpino y no les vi. Me va a tocar seguir sufriendo, y mucho. Me acojona mucho la bajada desde la Fuenfría a Segovia, las ampollas pueden matarme allí.
Nada va a pararme, ni el hecho que me confunde de ver por cuarta vez a Pablo Vega, este se conoce todos los atajos de la zona... Tras veinte minutos, me limpio las ampollas, me dejan unas gasas, como chocolate blanco (un gran invento), otro pan de leche, más sandía y me dispongo a salir. Si salgo, llego a meta. Allá vamos.
Al paso por las calles de Cercedilla, la gente o te mira con sorpresa o te aplaude con ganas, varios niños animan, te dan alas, y así llego a la larga subida al Puerto de la Fuenfria. Se va el sol, por fin.
A los tres o cuatro kilómetros de dura subida, dura por el perfil y sobre todo porque no paran de pasar coches cuesta abajo que casi nos atropellan en varias ocasiones, me paro a ponerme el frontal, empieza a no verse ni torta.
Menos mal que no cogí ropa de mucho abrigo, sigue haciendo calor incluso arriba a 1800 metros de altitud.
Pero me cuesta moverme, las ampollas explotan y me destrozan, tengo que mirar el suelo metro a metro, con una atención increíble para no pisar las piedras sueltas porque veo las estrellas. Que dolor. Pero sigo a buen ritmo, de piernas y fuerzas voy sobrado, adelanto a varios andarines, aquí no corre nadie, todos vamos andando, me pasan dos o tres con bastones, como balas.
Y en el avituallamiento de la República, km 72, otro momento determinante. Me encuentro a Dani, me cuenta que iba fatal, pensando en retirarse, pero ahora se ve mejor, se convence, dice que subirá tranquilo y que arriba me ve.
Espero unos minutos, me como otro pan de leche y un plátano, me cambio la camiseta por una de manga larga, aunque tampoco es que haga mucha falta. Y salgo hacia arriba, la Fuenfria me espera.
Tardo casi tres kilómetros en coger a unas luces rojas traseras que van delante de mi, la oscuridad es total a mi alrededor, y esto es como jugar a los marcianitos. Es divertido. Varios momentos espectaculares, nos pasan bajando bicis, algunos andarines sin luces, y un tío corriendo en la oscuridad sin frontal que me alucina, cualquier tropezón y se mata... En la noche pierdes referencias y los kilómetros y las horas pasan mucho más despacio.
Me uno a los amigos de las luces rojas, voy con ellos un rato, se destaca un chaval gallego y juntos subimos a muy buen ritmo hasta la Fuenfría, acompañado este tramo nocturno es mucho mucho mas llevadero, piensas menos en las ampollas, en lo que falta para llegar, te distraes, parece que vas de excursión. Pasamos un rebaño de vacas que nos miran sorprendidas, y llegamos arriba.
Y en la Fuenfría, km 79,5, en el avituallamiento, mi salvación, el favor más grande, me encuentro a Dani que me ofrece los bastones que lleva y que no va a usar. Este sí que es un momento maravilloso, genial y que me hace feliz. Ya sabía que iba a llegar aunque fuera a gatas, pero ahora me convenzo del todo. Porque la diferencia es total, apoyando fuerte y haciendo fuerza de brazos, descargo buena parte del peso en mis pies, y esto se hace mucho más llevadero. Y eso que nunca los había usado.
Y además bajo acompañado, a estas largas horas de la noche se hace fundamental.
Y empezamos la bajada, los tres primeros kilómetros son imposibles, entre piedras enormes que se clavan en mis pies, si es que siento cada mínima chinita. El dolor a veces es inhumano, pero Dani va delante de mi buscando el mejor camino sin tanta piedra, y poco a poco vamos acabando el tramo.
Por fin llegamos a una carretera de cómodo asfalto liso, aquí "vuelo", kilómetros a menos de 9,30m/km, mejor en las subidas que en las bajadas.
Bajamos de noche cerrada, y hay que estar muy muy atentos a los reflectantes que pone la organización cada 200 metros o así, y a los cruces. Algunos apenas se ven, que acojone perderse por aquí. En algún momento de la noche, entramos en...
Domingo: Y así poco a poco, charlando, entre dolores, ibuprofeno, ganas de vomitar y otros momentos exultantes y acongojantes, a medida que descontamos kilómetros, nos cruzamos con algunos, pocos, que bajan medio corriendo, adelantamos a otros, alguno que se mueve de un lado a otro de la calzada medio zombi pero dice que va bien, y pasan los kilómetros, y hasta dos horas, unos ciclistas nos dicen que solo faltan 2,2kms para el siguiente avituallamiento, en la Cruz de la Gallega. Las pulsaciones geniales, 105-110px.
Y tras un poco más de trayecto oscuro y oyendo el viento, llegamos a La Cruz de la Gallega, km92, solo quedan 11kms hasta el acueducto, esto está hecho. Sólo son otras dos horitas más o menos... Dos o tres minutos de parada, y empieza el último suplicio.
Porque los dos primeros kms de bajada fuerte entre piedras y agujeros se me hacen eternos, son demoledores, me hacen casi llorar, sin los bastones, no se como hubiera bajado, cada piedra que piso me destroza.
Pero sé que voy a llegar, sé que voy a llegar. Las piernas responden, las pulsaciones son geniales, no estoy tan cansado, lo único que me fastidia son las ampollas. Dani se va para adelante, y tras entrar en senderos mucho más cómodos, me enfrento a unos cuantos kilómetros en plena oscuridad y con una señalización quizás algo escasa y complicada, en la que hay que escudriñar en busca de reflectantes palmo a palmo porque hay decenas de caminos alrededor.
Voy solo, pero siguiendo luces rojas de otros corredores a lo lejos, sigo bajando y bajando. Esto, aunque estuviera perfectamente de patas, de noche hubiera sido imposible correrlo, que miedo.
Adelanto a cuatro o cinco andarines, no me pasa nadie.
Llego al cruce del Ave, y me pierdo unos quinientos metros, no he visto una indicación en el suelo de giro a la izquierda en vez de a la derecha. Vuelvo sobre mis pasos al encontrarme una valla, y, el último momento clave, me uno a mis dos últimos salvadores que me enseñan el camino.
Me pego a ellos, conocen este tramo de otros años, juntos se navega mucho mejor este mar de caminos polvorientos y complicados de narices de seguir en la oscuridad, llevan música, escuchamos a Suzanne Vega, Foreigner...
Por fin, tras varios instantes de duda en los continuos cruces de caminos, cruzamos el túnel por debajo de la carretera y vemos cerca ya la primera rotonda de la ciudad de Segovia. Y menos mal porque la luz del frontal ya empezaba a flaquear.
Llegamos a la ciudad, al fin, un último mini avituallamiento entre aplausos y gritos de animo de un pequeño grupo de voluntarios, y quedan solo dos kms. Joder, que llego...
Navegamos calles vacías y rotondas enormes, queda 1km, quedan 500 metros...mis compañeros se van trotando, yo sigo andando.
Oigo ruido, bullicio, animación, aplausos, un giro y la entrada en meta.
Intento correr esos últimos 100 metros, y entro en meta, feliz, emocionado, aturdido, me dicen que siga cinco metros más, que la meta oficial está justo debajo del acueducto. Lo he conseguido, ha sido una pasada. Estoy en Segovia.
Que experiencia. 18 horas y un minuto de sensaciones y momentos. 103,7kms según mi pulsómetro.
Me dan la medalla, soy un finisher.
Felicito a la organización, humilde pero con unas enormes ganas, con algunos fallos (avituallamientos quizás escasos en algunos casos, la bebida caliente, la señalización muy confusa llegando a Segovia de noche), pero con un balance final claramente positivo (esos voluntarios amables, por ejemplo los que llevan toda la tarde y noche en La Fuenfría dando ánimos, los ciclistas que siguen el recorrido para que nadie se pierda mucho, las sonrisas por doquier...) Y que narices, lo pone claro en el reglamento de la carrera, "La Madrid Segovia es una prueba de semi-autosuficiencia", hay que saber donde se mete uno. Me piden perdón por no haber tenido medios para poderme curar las ampollas, tengo claro que no es su culpa. Debería haber venido preparado para estas contingencias.
Queda el último regalito, 600 metros en subida con escalones siguiendo el acueducto hasta el polideportivo donde se recogen las mochilas y se pilla el autobús de vuelta a Madrid. Saludo a Yolanda y Dani que están en el autobús. El bus sale tan sólo cinco minutos después de llegar, y así sin cambiarme, medio dormido y extenuado, me monto y me adormezco allá por Villaba. Me despierto en Plaza Castilla.
Salir del taxi y subir las escaleras de casa fue toda una epopeya... Y curarme las ampollas tras una ducha, otra. Me peso y he perdido 3 kilos, a pesar de haber bebido posiblemente más de 10 litros de liquido en la carrera.
Hoy lunes estoy perfectamente de piernas, sin agujetas, tan sólo alguna molestia en la cadera y los muslos, pero nada comparado con las patas tras una maratón. Eso si, andar es un suplicio por las ampollas, que placer llegar a casa a media tarde tras el curro y ponerme cómodo a acabar esta crónica... Y eso que están mucho mejor que ayer domingo, hoy parece que vuelvo a tener pies.
Pero que me quiten lo bailao. Tras 103 kilómetros pasé bajo el acueducto, fui feliz, superé mil trabas, problemas y dolores, no fue la carrera prevista, fue mucho más dura y difícil, pero he aprendido mucho sobre mi capacidad de resistencia y sufrimiento, mi empeño, mi ilusión, mi cabezonería, mi locura. Ahora sé que todo está en la mente. Todo, absolutamente todo. Mucho más de lo que podía imaginar.
Ahora qué. Pues ya tengo en mente la siguiente, el año que viene, allá por primavera... Y espero que sin ampollas y corriendo algo más.
Muchas gracias a todos los amigos, a los compañeros de aventura, a los voluntarios de la organización, a todos vosotros.
lunes, 24 de septiembre de 2012
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Impresionante! Una prueba bestial, sólo apta para titanes y una crónica excepcional! Enhorabuena por acabar la prueba y por ese pedazo de crónica! A recuperar esos pies!
ResponderEliminarUna crónica espectacular!!!! enhorabuena!! esto sin duda maracará un antes y un después en ti. Me ha gustado mucho la crónica. Está llena de momentos inolvidables, como la del gesto de esa abuelita que te dio el vaso de agua.
ResponderEliminarsaludos!
Enhorabuena Jan!!! eres todo un campeon, un amigo mio tambien estuvo alli, tardo una horita y media mas que tu, y iba sin ampollas, jeje !! como bien dices todo, todo esta en la mente. Felicidades y a por el proximo retoooo!!!!!.
ResponderEliminarUn abrazo !!
Enhorabuena finisher.
ResponderEliminarQuien me iba a decir a mi que tras conocerte el jueves en la recogida de dorsales compartiría contigo la bonita experiencia de bajar la Fuenfría a esas horas...
Me alegró mucho ver que mis bastones te ayudaban con tu problemilla, ojala pudiera haber hecho mas. Lo tuyo tuvo merito doble.
Un abrazo
Hubo un momento en que no sabíamos nada de ti y pensamos lo peor... Pero yo nunca perdí la convicción de que llegarías a Segovia..!! Ahora ya sabes lo que es la Ultradistancia... Felicidades, campeón..!!
ResponderEliminarFelicidades por esa gesta descomunal y una crónica impresionante!!!
ResponderEliminarEnhorabuena, lo que has hecho está al alcance de pocos.
ResponderEliminarMuchisima felicidades Jan, ya estas a otro nivel. Excelente cronica, y fantastico resultado. Un abrazo.
ResponderEliminarMe dejas impresionado y emocionado a partes iguales.
ResponderEliminarMe temo que la abuelilla de Matalpino no existía.
Muchísimas felicidades Jan! la crónica es impresionante y de tus palabras se desprende lo mucho que has disfrutado y has sufrido pero cómo hoy ya estás soñando con afrontar nuevos retos. Bravo! espero que tus pies estén como nuevos en unos días y pueda felicitarte personalmente, toda mi admiración y cariño! parece que fue ayer cuando soñábamos con correr nuestro primer maratón, madre mía!
ResponderEliminarMi más sincera enhorabuena Jan!!! excelente crónica, si no hubieses escrito la entrada anterior y hubiese leído esta crónica a mitad de la lectura me temí lo peor, lo bonito de todo es que ha sido una carrera de superación y saber dónde está tu límite, creo que en eso radica todo, y saber que el 95% de las cosas es cabeza mucha cabeza, aunque también hay que entrenar como bien lo hiciste! lo de las ampollas a mitad de recorrido solo de pensarlo ya me duelen los pies!
ResponderEliminarDescansa, mima esos pies y a por los próximos retos!
fuerte abrazo,
bss
Tania
Jan campeón, como indico en mi crónica toda una experiencia, me hubiera gustado haber podido compartir en tu compañía algunos tramos, pero ibas cada vez mas por delante.
ResponderEliminarAhora saborea lo conseguido, saca sus matices, empápate de las sensaciones y empieza a dar forma al próximo objetivo de primavera, que me figuro tiene su línea de salida en Colón, ¿no?
Un fuerte abrazo
Enhorabuena campeón, por haber terminado esos interminables 100 kms y por haberlos compartido con nosotros en una crónica tan emocionante...
ResponderEliminarSaludos...
Ya tienes 10k, medio maraton, maratón y ahora una ultra. ¿Te das cuenta de lo grande que eres?. (aunque echo en falta alguna ¡¡milla¡¡ por eso de probar de todo.
ResponderEliminarMuchisimas felicidades Jan! Me encanta tu cronica. Menudo logro! Que bueno que te dejaron llevar varias mochilas con comida, bebida y demas. Habia leido en la cronica de Yolanda que en el 2011 repartieron caldo y paella y me preguntaba si tendrian algo vegetariano para ti. Un abrazo muy fuerte desde San Diego. Después de esta, las maratones se te quedan pequenas :)
ResponderEliminar¡Qué grande eres tío! Lo he tenido que leer en dos veces ¡qué angustia y qué fortaleza!Disfruta del éxito
ResponderEliminarJan, se puede correr más rápido o más lento, se puede ir mejor o peor preparado, pero nos has dado a todos una lección de lucha y pundonor. Eres muy grande, y con algo de perspectiva y tiempo te darás cuenta de lo grande que es lo que has hecho. Felicidades
ResponderEliminarQue te echen lo que sea que puedes con ello. Felicidades Jan, ya estás en otro nivel, el de saber que si quieres puedes. Un abrazo.
ResponderEliminarJan. Gran crónica pero por debajo de tu raza, tu corazón y tu fuerza. Si señor. Eres grande y has hecho algo grande, muy grande.
ResponderEliminar¡Qué grande eres, Jan! Enhorabuena! Siempre que leo tus crónicas me dan ganas de emularte. Me pasó con el maratón de Castellón (aunque luego por logística me decanté por Ciudad Real) y me pasa ahora. Aunque en este caso seguro que se me pasa rápido, 100 kilómetros son mucha tela...
ResponderEliminarEnhorabuena Jan, menuda paliza, toda una gesta terminar una prueba así. Ahora toca recuperar un poco esas piernas, que se lo han ganado.
ResponderEliminarSalu2
Que gran crónica Jan, has descrito todo perfectamente me has hecho revivir de nuevo esta aventura, Mi mas sincera enorabuena compañero.
ResponderEliminarEl jueves en la recogida de dorsales a pesar de las molestias, supe que terminarías, la ilusión y como bien dices: La mente lo puede todo, absolutamente todo.... y cuando la mente ya no da mas de sí, aparaden ese par que hay que echarle como los que tu les has echado, para acabar la carrera. un fuerte abrazo tio y lo dicho que me alegro de tu gesta, Felicidades.
eres un titán
ResponderEliminartu crónica derrocha fortaleza
enhorabuena
Que fuerza hay que tener para hacer lo que has hecho. ¡Felicidades!
ResponderEliminarNo nos conocemos personalmente pero yo también participé en esta prueba y también tuve problemas en los pies.
ResponderEliminarFelicidades por lograr el objetivo y sobre todo por sobreponerte a cada momento de bajon. Lo más importante en estas carreras.
Enhorabuena Jan...qué fastidio las ampollas y a pesar de rodo luchaste hasta el final...ufff
ResponderEliminarQué duro y cuántas experiencias! Enhorabuena por conseguirlo!
ResponderEliminarAunque ya te lo he dicho, repito: Tremendo, me quito el sombrero.
ResponderEliminarUn saludo
Impresionante tio, enhorabuena, sin palabras, un monstruo. Un saludo.
ResponderEliminarJan, aún con los pelos de punta por la emoción al leer esta crónica, realmente es bestial lo que has hecho, no me puedo ni imaginar el dolor de las ampollas y ahí seguías, enhorabuena!!!!!
ResponderEliminarMenuda cara de felicidad llevarás desde entonces
Sin palabras...solo una
ResponderEliminarG R A N D E.-
Me ha fascinado la cronica, Jan. Principalmente porque me he identificado una barbaridad contigo respecto a mi experiencia en los 101 de Ronda.
ResponderEliminarTodo es exactamente tal como lo dices, esa sensacion de morir y revivir. Es increible que aguantaras las ampollas saliendote ya desde tan pronto. Y la verdad que para haber andado tanto te ha salido un tiempazo.
Espero que repitas, me encantaría hacer algun año esta prueba de Madrid a Segovia. Y por lo que leo de que la proxima es en primavera... ¿Tienes en la cabeza los 101 de Ronda?
JAN MUCHAS FELICIDADES... CORRER, ANDAR O IR EN BICI 100KM NO ESTAN A LA ALTURA DE CUALQUIERA.
ResponderEliminarVeo que as sufrido, pero tambien veo que a valido la pena... porque tambien as disfrutado.
Que pasada Jan estoy agotado, de hecho creo que incluso a mí me ha salido alguna ampolla. Pensaba leer todas las crónicas de los 100km pero después de esto creo que mejor una por día.
ResponderEliminarMuy grande haber terminado con ampollas casi desde el principio.
Enhorabuena crack.
PD: Me queda claro que a la Transgrancanaria tengo que llevar 30 kilos de pan de leche :)
Que crónica más emocionante Jan! Me ha encantado, muy bien descrita la lucha y el sufrimiento que supone esta carrera en algunos momentos. Eres un luchador que se ha superado a si mismo de una forma que no hace cualquiera.
ResponderEliminarMe encanto que nos fuéramos encontrando por el camino y estaba alucinada con el ritmo que llevabas. Aparecías cuando creía que ibas detrás mío, jeje Un placer compartir carrera. Ahora a recuperarse plenamente.
Un abrazo
Gracias a ti Jan por compartir tu Ultra en tu blog.
ResponderEliminarMe has emocionado, cabronazo!!
Mil y una felicidades.